
En esta hora del adiós, no puedo olvidar a mi padre, una persona de total humanidad que me enseñó el gran valor de hacer honor a la palabra dada y de ser justo con los demás; esa ha sido mi intención siempre.
Dar las gracias a la afición de Sevilla es obligado por su sensibilidad y su tolerancia, también pedir indulgencia por los yerros en que, sin duda, he incurrido; de ellos he aprendido mucho más que de los aciertos y a quienes pudieran haber contrariado, pedirles disculpas es también una deuda que debo saldar.
Por último, agradecer a los empleados de la Empresa Pagés, con Ramón Valencia a la cabeza, en cuyas manos encontrarán la garantía de un hombre honesto y perseverante que, no tengo la menor duda, llevará el timón con la seguridad que da el buen juicio.
Gracias a todos.
Eduardo Canorea Pagés
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