alt13º FESTEJO DE ABONO. Martes 28 de abril de 2009. 

Morante de la Puebla ha rozado el triunfo en la Maestranza después de realizar una gran faena al tercero de la tarde, un toro de Juan Pedro Domecq al que ha ido haciendo poco a poco hasta construir una obra de gran mérito y calidades artísticas. Sólo la espeada ha privado a Morante de salir con trofeos de su última cita con la afición de Sevilla en esta Feria de Abril. El resto de la corrida tuvo poca historia por la limitación de los toros de Juan Pedro Domecq, que no colaboraron con los toreros.

 

CRÓNICA:

El diestro Morante de la Puebla ha realizado la mejor faena de la tarde al tercero, una obra que ha entusiasmado a los tendidos y que habría merecido premio de no fallar el diestro sevillano con la espada.

Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq –el primero sobrero del mismo hierro-, de escaso juego.

Enrique Ponce, silencio y silencio.

Morante de la Puebla, vuelta al ruedo tras aviso y silencio.

Antonio Nazaré, silencio y silencio.

La plaza se llenó.

La de Morante a este toro fue una faena de fondo, seguida con gran interés por toda la plaza. El torero ya empezó su actuación dibujando preciosos lances en el recibo de capa que levantaron los primeros oles de la tarde. Al toro se le midió en el caballo y Morante dedicó la primera parte de la faena a hacerlo, a meterlo en la muleta, ya que el de Juan Pedro se quedaba corto. Morante le obligó a embestir y poco a poco, a base de sobarlo, fue consiguiendo tandas cada vez más rematadas. Fue una faena larga con un final al hilo de las tablas que provocó el entusiasmo del público. Morante estuvo valiente, serio y entregado, logrando además momentos de gran calidad muletera. Sólo la espada le apartó de lograr un triunfo sonado. Pese a ello, el público le obligó a dar la vuelta al ruedo.

En el segundo de su lote tuvo que abreviar al encontrarse con un toro sin celo ni raza que sencillamente no quería embestir. En vista de ello, Morante se fue a por la espada y mató con la solvencia que le había faltado en su primero.

Enrique Ponce tampoco tuvo muchas posibilidades de lucimiento. El segundo de la tarde se distrajo mucho en el capote y desarrolló complicaciones en la muleta. Molestado por el viento, Ponce le cambió el terreno e intentó limar la aspereza del de Juan Pedro por la derecha. En vano, pues el toro pegaba un fuerte tornillazo en cada embestida. Esos constantes gañafones deslucieron los intentos de Ponce, que también lo probó por la izquierda sin resultado. Mató de buena estocada y su labor fue silenciada.

No encontró Ponce mayor colaboración en el segundo de su lote. Un toro sin raza, sin ningún celo y sin transmisión no le permitió lucimiento alguno. No pudo hacer nada con el capote al echar el de Juan Pedro siempre la cara arriba. Y por mucho que lo trató con suavidad e intentó administrar sus embestidas, no pudo sacar nada positivo de un animal completamente desfondado. Mató otra vez de estocada efectiva y de este modo concluyó su paso por la Feria de Abril.

Tomaba la alternativa el torero de Dos Hermanas Antonio Nazaré, a quien la tarde empezó a torcérsele cuando su primero, al que había toreado muy bien con el capote, se lastimó antes de entrar al caballo. El sobrero que salió en su lugar le dejó comenzar la faena con buenos muletazos por alto y poco más. Se orientó pronto el de Juan Pedro y siempre embistió a la defensiva, desluciendo los intentos del toricantano.

El sexto no le dejó lucirse con el capote. Brindó Nazaré al Niño de la Capea pero muy pronto descubrió que el toro se quedaba muy corto hasta el punto de terminar por no pasar en la muleta, desarrollando peligro. Nazaré intentó sacarle algún muletazo mostrándose valiente con un animal imposible a todas luces. Mató de buena estocada.

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