8º FESTEJO DE ABONO. Jueves 3 de abril de 2008.
Tarde de grandes contenidos y emociones en la Maestranza sevillana, donde Pepín Liria paseó la única oreja del festejo, pero en la que tanto Antonio Ferrera con El Cid perdieron trofeos por el mal manejo de los aceros. La corrida de Victorino ha propiciado diversos pasajes de gran interés y el público ha vibrado en los tendidos.
CRÓNICA:
La tarde comenzó con una ovación después del paseíllo para Pepín Liria, que se despedía de la Feria de Abril. El torero de Cehegín, que ha tenido importantes triunfos ante esta afición, quiso hacer honor al cálido recibimiento y logró varias series diestras de mucho mérito en el toro que abrió plaza. La mejor fue la segunda, que hizo sonar la música. Pero el toro se vino a menos y bajó también la intensidad del trasteo, sobre todo por el pitón izquierdo, por donde el toro se revolvía. Pepín pinchó varias veces y su labor fue silenciada.
Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, bien presentados y de interesante y viariado juego. Los mejores fueron tercero y quinto, éste premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. El cuarto fue ovacionado en el arrastre. El más complicado fue el sexto.
Pepín Liria, silencio y oreja con petición de la segunda y dos vueltas al ruedo.
Antonio Ferrera, silencio y vuelta al ruedo tras aviso.
El Cid, saludos y silencio.
La plaza registró lleno de ‘no hay billetes’.
Antonio Ferrera banderilleó con solvencia al segundo, destacando un tercer par por los adentros. En la muleta se encontró un toro sin fuerza ni transmisión que le complicó la tarea de conectar con el público. No lo logró finalmente y su labor fue silenciada.
El tercero de la tarde fue un toro bajo, bien hecho y serio al que El Cid templó con el capote en una labor sin lucimiento pero sí muy eficaz, enseñando el camino a su oponente. En la muleta El Cid se mostró muy seguro desde el primer momento, logrando meter rápidamente en la canasta al toro por el pitón izquierdo. Las series se sucedieron ligadas, templadas y profundas con esa mano, logrando que la plaza vibrara con fuerza por primera vez en la tarde. El Cid construyó una faena maciza en este toro, sin fisuras y sintiéndose muy a gusto siempre. Una labor que habría valido un triunfo de peso de no fallar con el acero el torero de Salteras.
El capítulo épico de la tarde llegaría en el cuarto toro de la mano de Pepín Liria. El murciano se fue a portagayola a recibir a su último toro en la Maestranza y resultó arrollado por el de Victorino, sin más consecuencias que una fuerte paliza. Liria se recompuso y vibró en el recibo de capa, cerrando con vistosas medias encadenadas que pusieron la plaza en pie. La emoción invadió los tendidos que siguieron con máxima expectación la faena de Liria a este toro, un animal que vendía cara sus embestidas pero que transmitía mucho. Liria se mostró firme con él hasta el punto de resultar nuevamente cogido cuando toreaba al natural. Milagrosamente no fue herido y Liria respondió con raza, lo que enardeció a la plaza. Una estocada y una lenta y espectacular muerte del toro en los medios hizo que la gente pidiera con fuerza las dos orejas, la presidenta redujo el premio a una y la plaza se enfadó.
El quinto, algo tardo, obligó a Ferrera a llegarle mucho en banderillas, protagonizando un tercio de mucho mérito y cercanía. En la muleta se encontró con un toro humillador y de profunda embestida, con el que se acopló rápidamente al natural, cuajando series espléndidas muy bien rematadas con buenos pases de pecho. Fue otra labor de premio, pero también a Ferrera le fallaron los aceros y perdió toda opción de triunfo.
Cerró la tarde el toro más complicado y con menos posibilidades de la corrida. Muy corto por los dos pitones, obligó a El Cid a emplearse para conseguir lo que a primera vista parecía imposible. El torero de Salteras demostró una vez más que entiende bien a esta ganadería y le dio muletazos a un toro que no parecía tenerlos.
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